
Madame Henriette tocando la viola da gamba, de Jean-Marc Nattier, 1754 (algo posterior a La Compositora).
Desde adolescente me apasiona leer novela histórica porque me permite viajar al pasado. Y no sólo por la información que me da la recreación de una época, sino también por la empatía hacia personajes aparentemente tan lejanos. Escribir me permite diseñar ese viaje, siempre abierto a imprevistos, con el aliciente de que, ante el objetivo de entretener al lector y el reto de ser fiel a un periodo de la historia, aprendo algo cada vez que intento resolver el reto de estructurar una narración y encajar unos personajes que quieren alzar su propia voz. Tras dos novelas publicadas, aquellos que me han leído y con quienes he tenido la oportunidad de hablar me preguntan a menudo qué me impulsa a expresar mi creatividad. De eso tiene algo Gabriela, La compositora. Pero ella no cuenta con las mismas ventajas que yo para liberarse creativamente.
A principios del siglo XVIII, en una sociedad católica, regida por un concepto de familia extendida cuyos miembros están sometidos al patriarca, una mujer seguro que podía tener inquietudes creativas. Pero, ¿en qué medida podía llevarlas a cabo cuando sobrepasan el límite de lo aceptado? La compositora es el viaje de liberación de una mujer que había conseguido canalizar sus inquietudes sin perturbar el orden establecido de su época, y sin exponerse a sí misma. Sin embargo, ¿cómo romper el miedo interior y el miedo a la sociedad? Ante situaciones límites, donde lo que de verdad está en juego es la vida humana, el miedo queda supeditado al instinto de todo ser vivo: la supervivencia. Por ello el viaje histórico de La compositora nos lleva de un floreciente barroco en México de la mano del maestro Manuel de Sumaya, de esa sociedad rígida y racial, a una Barcelona que ha sido un importante centro musical de la época gracias a la corte de Carlos de Austria, y que tras su marcha es el escenario de un asedio implacable que culmina en derrota, tal día como hoy, pero hace 300 años: el 11 de septiembre de 1714.